jueves, 15 de marzo de 2012

Ornitorripios

Pasea la presumida avefría
de viento aterida
por la escarcha del prado,
el penacho calado,
finos tacones de raso,
unas veces deprisa
y otras al paso.














Se cierne el cernícalo batiendo,
rapaz colibrí bermejo,
las alas al viento,
inmóvil su punto de mira
de sanguinario néctar sediento,
junto a la humana ruina
donde anida su aliento.














Recorren las avetardas distinguidas,
rebaño de plumas esquivas,
por los ricones de las colinas
su frágil envergadura
antes de ver tan singular figura
extinguida de indiferencia y desidia
entre corrompida codicia.















Las garcillas bueyeras pespuntan,
gavillas de patas chepudas,
la estela con que labra profunda,
primoroso tractor, el campo,
hilera de penitentes blancos,
el pescuezo envarado
en zigzag recortado.














Buteo solitario,
conozco el otero metálico
sobre el que esperas
la ocasión certera,
la paciencia a prueba,
eléctrico pico dispuesto
llegado el momento.















Dibujan los tordos espasmódicos el cielo
a brochazos negros con su vuelo
silbando ritmos modernos,
entonando gritos guerreros,
enlutados racimos de  volatines
tendidos a la intemperie
del viento que menos arrecie.